sábado, 15 de noviembre de 2008

Me equivocaría otra vez.


Edward Hopper. Nighthawks, 1942. Oil on canvas; 33 1/8 x 60 in. (84.1 x 152.4 cm).


He pensado que la vida pudiera sólo consistir en aprender a elegir. Cada ocasión errada hace desaparecer una oportunidad. Cada ocasión nos tuerce o endereza -diría que siempre enreda un poco más- el camino, que es lo único que permanece ahí desde que nacemos hasta, posiblemente nuestros últimos segundos y que siempre -en cada segundo-, te obliga a elegir.


Una y otra vez. Y pasan, y pasan las oportunidades y cada una que ves escapar -y lo ves porque realmente es así, sino ni te enterarías de que pasaron ante ti-, cada una, la contemplas y reconoces en ella la mejor ocasión que has tenido y sabes que nunca más volverá a estar ahí porque ya se ha ido sin que tú hubieras elegido a tiempo.


Por todo ello miras el finito horizonte de tu sendero y sigues caminando despacio, a tu ritmo, en busca de una nueva excusa que te ayude a volver a equivocarte.

Ramón Casas. Madeleine, 1892. Óleo sobre lienzo. 117x90 cm

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Palabras en el olvido.


Caspar David Friedrich, Window looking over the park (1810 -1811).


A pesar de todo seguiré escribiendo a la espera. A la espera, al olvido y a la noche fría que sí espera. Y mientras sigan fluyendo palabras, sabré que aún espero. Aunque sea un último aliento, aunque sea sólo un suspiro, será que seguiré estando vivo.

Miro el papel y veo letras nuevas. Miro la tinta -aún fresca- y la arrastro con un dedo. Queda la marca violenta de una palabra llorosa y triste que balbucea. Balbucea y queda a la espera de que la leas y quieras saber por qué está triste si junto a ella hay un verbo que la da vida y un adjetivo que la presenta. Si tiene un determinante que nos explica que la acompaña y la dignifica. ¿Acaso no sabe vivir lo que tiene, disfrutar de su esencia, compartir su existencia? Quizás no sepa su significado y sólo mire su sombra, afectada. Sombra que el dedo dejó, marcándola para siempre y olvidando que fue escrita ahí para que alguien la lea y no olvide un recado o memorice una frase, quizás un poema. Olvidando que provocará alegría o angustia por culpa de un malentendido. Que será el sujeto de una frase de amor o de una carta de despedida. Que después de leerla quizás alguien suspire, otros sonrían o quizá olviden. Puede que sea cierto que está triste. Puede que sea cierto que nunca sabrá por qué fue escrita, incluso puede que nadie la lea. Pero aún será cierta su permanencia y su recado. Será reflejo de una mano, de un pensamiento.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Locuras.

Qué locuras. Hoy una canción.

Mad World, Gary Jules. Trading Snakeoil For Wolftickets 2003.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Retomando el camino.


Mar de hielo (1823-24) de Caspar David Friedrich (1774-1840)

Entre tanto pensaba en escribir algo nuevo. Pero recordando creo que me repetiría. Así que pinchamos aquí primero, luego aquí, leemos esto de Machado y listo.