viernes, 7 de marzo de 2008

Sin verte al pasar.

Hoy podría decirte que estoy cansado de todo eso. Que me pesan los ojos cuando miro esa cara.

Podría inventarme unas letras, sólo, sentándome ante un teclado, o con mi pluma junto a una almohada. Y veo el tiempo que pasa y el recuerdo que queda, y no consigo levantar la cabeza porque pienso y lo olvido, porque miro y no veo y porque quiero y no siento.

Tendría tiempo de vivir con un nuevo viento. Saldría vencido al pasado sabiendo que no cambiaría nada sólo por no estar agotado. No queda ya más que el silbido oculto del oleaje que imita el silencio perdido de un tiempo que hubo. Y pienso y olvido, y miro y no veo, y quiero y no siento.

Habría más tiempo para escuchar el pasado, muchos instantes de que hablar. Leería y como si nada. Pero queda todo en el espacio que nos mira, sentado y solitario, escuchándonos hablar. Pero me pesan los ojos sin poder ver, sin poder sentir, intentando olvidar.

Tremenda enormidad que oculta la llave del olvido. Embebido en el tiempo, perdido en su espacio ignorándolo todo y pudiendo intentar recordar agotado esa mirada que queda o ese silencio que hubo.


2 comentarios:

Alucard dijo...

Ciertamente lo que ahora fue, no borrará lo que ya aconteció; y es esa sensación de disconformidad consigo mismo lo que produce ese pequeño recelo ante una mirada furtiva que mata, pero nunca de muerte, que hiere pero no desangra, que olvida, pero siempre presente y nunca visible para poder verla y erradicarla.

Cristina Sánchez dijo...

Ver sin no ver, estar ciego pero poder ver... La historia de siempre, porque en el fondo la literatura habla siempre de lo mismo. No somos complicados, sino que nos gusta embrollar nuestra simpleza. Cerrar los ojos es sentir el peso de lo que se ve y no se quiere ver, o el de sentir lo que se quiere olvidar, o el de sufrir por lo que se quiere amar. Parece un gesto pero, en el fondo, es ese gesto el que nos da pistas sobre cómo somos.