domingo, 19 de abril de 2009

Lo que fuimos.

Pasábamos las tardes hablando y jugando al mus mientras los mayores hablaban de lo bien o mal que pintaban los tiempos, de lo fácil que hubiera sido ganar aquella mano o apostando por el pleno al quince que se avecinaba esta semana y que cada domingo -este sí-, les haría ricos a cada uno de ellos. O al menos era eso lo que aseguraban sin dudarlo cada uno y sin haber alcanzado a jubilarse nunca, pero con la misma ilusión de siempre, cada semana, ante la llamada de un éxito tan seguro como próximo.


Los muchachos y yo no es que lo pasáramos bien, simplemente pasábamos las tardes. Cuando íbamos a bailar era distinto. Entonces ya no éramos parejas enfrentadas con los piques de siempre, sino una única masa que se divertía bailando un rato mientras cansaban sus cuerpos universitarios resabiados a base de convocatorias que no se acababan de agotar, mientras cantaban la canción de moda, con una sola copa por noche -muchos días ni eso-, a fin de que alcanzaran los durillos para poder ver la champions también reunidos aguantando los dientes cada primavera. Los que éramos del Madrid vivíamos esas eliminatorias con especial intensidad. Nunca terminábamos de conquistar la séptima. Años más tarde, poco después del noventa y ocho, Héctor -acérrimo atlético con cada una de las connotaciones que ello conlleva-, aseguró que el padre de un colega de la facultad, era juez de no sé qué estamento federativo y le había dicho entre copas en la sobremesa un domingo, que ahí decidían quién ganaría la liga, la copa y demás competiciones nacionales. Que en Europa era distinto, que ahí era más complicado porque lo decidía otro comité. Decía que fue unos años antes y le había dado los nombres de ese año. Sólo falló en el campeón de Champios que perdió la final, era excusable, lo decidían otros.


Con el tiempo y la escasa e imprescindible experiencia que uno puede llegar a acumular en unos pocos años más, uno cae en la cuenta de todo lo que valoramos la pela. Mucho más incluso, que cuando cualquiera de los muchachos alargábamos la copa hasta no dejar ni un hielo con la esperanza de poder dar un último trago justo después de acabar con el solitario piti que quedaba en la guerrera gris.


Templo de Debod. Madrid. Erigido bajo el rey egipcio Ptolomeo IV Filópator hacia 200-180 a. C.

No hay comentarios: