viernes, 22 de febrero de 2008

Leyendo.




Y leía y no podía parar de leer. Leía un texto primero y seguía leyendo. Primero uno, muy lento y se paraba y releía. Seguía el curso natural de las letras que son palabras; leyendo frases como mirando al infinito. Y no podía -aunque el tiempo apremiara-, más que seguir su lectura. Más letras y más palabras, miraba frases como quien escucha el silencio de la lluvia al caer, como quien fuma y observa el humo que desprende, como quien huye en silencio disimulado. Así era y espera que no siga, porque se teme, porque se huye. Aparece así el tiempo lento que discurre por sus sueños incomprendidos. Taciturno por su lenguaje que le crea en la oscuridad una templanza escasa que no llega.

domingo, 17 de febrero de 2008

Tiempos de humo.

Entre tanto estuvo observando la oscuridad que le hizo recordar aquella luz que cegaba sus ojos al despertar. El humo que pendía de sus labios, tan fino, podría hacerles pensar que aquella era la silueta esbelta que un día pudo ser. La tarde había ya acabado y no quedaba más que esperar a que aquel sueño regresara, haciéndose rogar, pero llegando. Mañana se verían y no podría contar lo que echó de menos su compañía. Sufriendo con ese olor manando de la boca, tuvo que regresar a la esperanza de quien se sabe herido. Y no tuvo más dolor que la ausencia de algún rostro. Todo eran sombras a su alrededor y no podía. Recordaba aquellos tiempos en que podía levantar hasta una viga atada. No sabía por qué le temblaban hoy las rodillas, ni por qué ayer. Sólo sabía que hubo un tiempo en que la oscuridad no estaba y la tarde no se olvidaba de recordar un humo viejo que le llegaba. No había ausencias, ni oscuras compañías que robasen toda esperanza. Todo era vida, todo esperanza, sólo sabía que antes no se conocía.


lunes, 4 de febrero de 2008

Más allá de sólo un recuerdo.

Te sorprendería saber todo lo que vi, todo lo que conocí, todo lo que retraté. Jamás pude soñar ni tanta multitud, ni tanta tradición, ni tantas miradas de las que aprender. Viví en el extrangero y fue un mundo distinto donde volver a nacer, fue toda una oportunidad, una vida que comenzar un sueño del que despertar. Descubriendo cómo amanece de primera mano o qué es sufrir o qué soñar, vivi una guerra, sobrevivi una noche. Corriendo pude ver la inocencia desvergonzada y la silueta de un cuerpo sin vida que tiene prisa por no quedar solo. Conté la suerte de una vida rápida y triste. Conté el vacío de una noche olvidada y no quise irme sin recordarmi salto infinito cuando no tuve nada.

Te sorprendería saber todo lo que aprendí en tu ausencia. Y más lo harías si te contara que olvides los sueños de multitud que jadea, y las tradiciones que viven ya muertas, y las miradas; que aprendas de aquello que no dice nada, que sufras lo que tengas y vivas y sueñes -sin prisas, sin miradas al infinito-, y mueras sabiendo de dónde has salido.


Beyond painting, Zhong Biao 1999.