martes, 11 de septiembre de 2007

Serenidad, recuerdo de J. Hierro.


Ya se que es al muerto
a quien te debes, serenidad.
Pero cuando mi nave zozobra,
has de poseerme.
Para que no pierda el mando
ni me pierda en la muerte.

Ya se que debo pedir lucha
porque aún estoy vivo.
Pero cuando mi nave zozobra
-al comenzar la lucha-
para que no pierda el mando
mi alma debe ser tuya.

Ya se que hay más que te desean.
Por no saber lo que buscan.
Pero cuando mi nave zozobra,
yo te necesito
para que no pierda el mando
y vuelva a luchar en mi sitio.

4 comentarios:

Cristina Sánchez dijo...

Tienen más garra los anteriores, aunque para no perder la costumbre haré un breve comentario sobre el último verso: ¿"luchar en mi sitio"? La lucha no conoce espacios... me parece paradójica la combinación de conceptos, sólo eso. En fin, ¡saludos!

María dijo...

La verdad es que José Hierro tiene poesias de ponerte los pelos de punta. Esta me gusta, no la había leido. ¡¡encantada!!

Zerepica_n dijo...

En realidad la de José Hierro se titula y dice así:

Serenidad (Lectura de madrugada)
(del libro Tierra sin nosotros)


Serenidad, tú para el muerto,
que estoy vivo y pido lucha.
Otros habrá que te deseen:
ésos no saben lo que buscan.
Si se durmieran nuestras almas,
si las tuviéramos maduras
para mirar inconmovibles,
para aceptar sin amargura,
para no ver la vida en torno
apasionadamente nunca,
duros y fríos, como piedra
que sopla el viento y no la muda...

Almas claras. Ojos despiertos.
Oídos llenos de la música
del dolor. Los dedos felices,
aunque los hieran las agudas
espinas. Todo el sabor agrio
de la vida, en la lengua.

«Nunca
podrás mojar tu pie en el río
en que ayer lo mojaste. Busca
la eternidad, vive en la alta
contemplación de su figura.»

Palabrería de los libros
de la que deja el alma turbia.
Serenidad que se nos vende
por librarnos de la tortura,
por llenarnos de sueño el alma
y rodeárnosla de bruma.
Serenidad, tú para el muerto.
El hombre es hombre, y no le asusta
saber que el viento que hoy le canta
no volverá a cantarle nunca.
Serenidad, no te me entregues
ni te des nunca,
aunque te pida de rodillas
que me liberes de mi angustia.
Será que vivo sin saberlo
o que deserto de la lucha.
Tú no me escuches, no me eleves
hasta tu cumbre de luz única.

Palabrería de los libros
de la que deja el alma turbia.
Yo también me hago un poco libro,
me duermo el alma...

Luz difusa.
La madrugada se desgaja
agria y azul, como una fruta.
Cantan los pinos a lo lejos.
Un niño llora. Las desnudas
mujeres y hombres silenciosos
salen despacio de las últimas
sombras. Los pájaros me esperan.
Se alzan las olas. (Me preguntan
por qué.) Campanas... (Ayer niebla,
hoy claro sol y luego lluvia...)
¿Por qué? Las hojas se estremecen...

Voy inundándome de música.


Hasta aquí Hierro, luego yo reflexiono y le busco tres pies al gato. Hierro es genial, un maestro.

Nodisparenalpianista dijo...

Buena reivindicación. Gran Hierro